Una mujer no es de nadie
Pero te siento mía cuando a mi oído respiras
No aprendí a escribir en clase
Sino en noches sin ti, en madrugadas genocidas
Mirando al techo en movimiento anclado en tus pechos
Mis ojos lloran mierda y suspiro de falsa alegría,
¿recuerdas aquel día? Te prometí no prometerte nada
Para nada sirvió, como todo, mi lucidez pereció.
Me siento enfermo, indiferente
Recíproco el silencio tácito.
Estoy solo y maldito por ende
Me contradigo en cada verso que te escribo
la coherencia se quitó hace tiempo del medio
resumo mi obra: la historia de mi suicidio