Muérdeme,
arráncame la yugular a bocados.
Susúrrame un grito ahogado al oído, aráñame, ponte de costado.
Ódiame,
tírame, despéchame, bésame. Y es que nada está escrito si aferrado a tu espalda
todavía tirito extasiado. Y es que nada
sirve si en cohibirme rabio, mareado, del fin de semana. Sin yerba, sin un
duro, sin cama en la que caer muerto, valoro si ayer acabe ciego o solo tuerto,
si de verdad te echo de menos o –con suerte- me miento. Y despierto
redescubriendo que nada importa más que nada cuando nada es lo que me encuentro
a mi lado cada mañana. Pero está historia no es triste, existe una terapia
natural, consiste en desvestirte y leer en tu mirada: Te quiero follar.
Robin Mcilrath.