miércoles, 8 de agosto de 2012

Utopía de la postmodernidad.


Cuentan que, un día, un hombre se acercó a la puerta del ayuntamiento de su pueblo y se dispuso a lanzar piedras. Los concejales junto con el alcalde, horrorizados, no dudaron en llamar a la Guardia Civil cuando uno de los cantos apunto estuvo de reventar un cristal. Nuestro hombre durmió esa noche en el calabozo.

A la semana siguiente y, sin avisar a nadie, se plantó de nuevo frente al ayuntamiento y comenzó a lanzar piedras. En esta ocasión, cruzaron la plaza un grupo de universitarios que, guiados por un sentimiento desconocido, se unieron a la empresa de arrojar objetos contra la fachada del edificio público. Cuando la tercera ventana de la segunda planta estalló, llegó la Guardia Civil. En dos coches. Los universitarios pasaron la noche en el calabozo, sin más. Nuestro hombre fue acusado de varios delitos que le obligaron a vender su coche para poder pagar la multa a la que se enfrentaba.

Nada de eso impidió que a la semana siguiente se presentará por tercera vez en la plaza dispuesto a derribar si era necesario el ayuntamiento. Pero en esta ocasión no iba sólo. Junto a él estaban los universitarios, esta vez armados con carteles además de con piedras, sus vecinos que tan mal se llevaban con él, el tendero del pueblo, el dueño del bar “La Cantina”, los chavales del equipo de fútbol... Nuestro hombre estaba asombrado, puesto que él jamás avisó a nadie. Pero también estaban allí las fuerzas del terrorismo de estado, que rápido sacaron las porras ante la impotencia provocada por el pequeño, pero unido, grupo de personas que tenían enfrente. Aquel día se saldó con 15 detenciones, tres labios partidos, ocho brechas y dos huesos rotos. Nuestro hombre fue llevado a juicio por enaltecimiento del terrorismo.

Ah, olvidé algo. Además de la Guardía Civil, ese día se encontraba, entre el gentío, un joven estudiante de un instituto cercano. Éste escribió y, poco después, publicó en Internet el siguiente artículo:

“Hoy he sido testigo del mayor crimen que he tenido oportunidad de sentir en mis propias carnes en 17 años de existencia. Dicho crimen me ha impactado de sobre manera no sólo por la violencia con la que fue llevado acabo, sino por sus propios autores. Tanto materiales como en esencia. ¿No es cierto que, al tener la potestad de elegir como pueblo, nuestros mandatarios nos pertenecen? Obviamente no espero ninguna respuesta, pues es, a todas luces, una pregunta que sólo conduce hasta una conclusión: Sí. Y, si nos pertenecen, ¿no es nuestro derecho atentar contra ellos cuando creemos que sus formas de trabajo no son las correctas? Cuando un individuo, político o no, llega al poder, ¿se gana la amnistía por los crímenes que desee perpetrar a sus ciudadanos? Por enésima vez pregunto sin esperar respuesta, pues ésta es cerrada y clara para cualquiera que defienda la justicia como único valor tangible. Del mismo modo, todo cuerpo o asociación financiada mediante nuestros impuestos debe ser protectora del proletariado, pues es quien permite que siga adelante. No creo en que los perros del estado se lucren de nuestro sudor. Eso no son fuerzas defensoras de los desvalidos, son mercenarios y ladrones dispuestos a trabajar para el líder que más comodidades les ofrezca, aunque esto suponga pisotear a sus antiguos compañeros obreros.

Me obceco en recordar todos estas conclusiones y reflexiones lógicas al menos en pensamiento para dar entrada a lo acontecido hace unos días en mi localidad de origen (...)”

En este fragmento, dicho estudiante relata lo sucedido a las puertas de su ayuntamiento, ya narrado arriba, y acaba con esta reflexión:

“(...) No sé vosotros, pero yo no voy a permitir más este constante abuso de poder contra nosotros, la clase mayoritaria. Mi propuesta es hacernos notar de verdad, no en un ayuntamiento pequeño, ¡en una jodida plaza mayor! Camaradas, si estáis conmigo os invito a que todos, repito: TODOS los obreros salgamos a defender lo que siempre fue nuestro... y lo que no, también, como pago por años de represión. Este domigo quiero poner las noticias y que hasta en Intereconomía se rindan ante nosotros. ¡Salgamos a la calle, joder, por nosotros, por nuestros hijos, por nuestros padres y abuelos asesinados por el monstruo fascista, por nuestras novias, por nuestros maridos, por el pueblo!

Sábado ... de ... de 20...

19:30, frente a tu ayuntamiento.

¡Defiende lo que es tuyo!”

En menos de tres días, este escrito se convirtió en la sexta página más leída en España. El martes justo anterior a la supuesta manifestación, era TT mundial.

Entonces llegó el sábado... y con él la verdadera lluvia de piedras.



Nota: Obviamente esto no es más que un cuento. La vida real no es tan sencilla. Pero... ¿a quién le hace daño la esperanza? A no ser que se apellide Aguirre, claro.




1 comentario:

  1. Me ha encantado eso último de "¿a quién le hace daño la esperanza? A no ser que se apellide Aguirre, claro". Qué grande eres, cojones.

    El articulo recuerdo haberlo leído en tu twitter, una vez lo pusiste, pero no entero. Y me gustó mucho y probablemente te hice RT.

    Y eso, que ojala esto pase, hoy fijate que tengo el día... guay. El día en el que pienso "coño, sí que podemos cambiar esto". Alomejor es por lo de Gordillo, no sé.

    Llegará el sábado, Rober, llegará. Y estaremos ahí para verlo, verás que sí.

    :D

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